Olvida la poesía.

Mi primer abismo era blanco y me entró por la nariz. Hacía ya un tiempo que yo andaba rodeándolo, asomándome de reojo sin atreverme a mirarlo de frente. Pero aquella noche se me fueron cerrando todas las vías de escape. La ansiedad latía fuerte en mi pecho. Algo me llamaba desde lo más profundo de la sima. Así que tomé impulso y salté. Entonces el miedo… desapareció.

“Olvida la poesía contiene once historias humanas y una petición que, según el día, puede ser un imperativo o un ruego. La frase también cambia con la luz, y con la intensidad del viento. Está expuesta. Estoy expuesta.”

¿Alguna vez has seguido un impulso? Pues eso es la verdad. La verdad es el deseo: ganas naranjas sin domesticar. La verdad es un tigre. Y ruge. De lo contrario, sería mentira. La verdad es lo primero, pero no como prioridad sino como ímpetu. El del principio. Hay que tener principios porque, si no, te acabas. La verdad es no esperar hasta el último trago para volver a llenarse. Hasta derramarse. La verdad es fluir. O vomitar. La verdad es lo opuesto al control. Hacer lo que quieres hacer, decir lo que quieres decir y estar con quien quieres estar. Nada más. Todo eso. Y eso es la verdad.

“Repaso mucho lo que escribo porque nunca me parece lo suficientemente simple y real. Simple y real. Simple y real. Lo repito tres veces, igual que un conjuro. Para que arraigue. Escribo como si mi vida pendiera de un conjuro: hay un hilo, pero vas a perderte. Voy a cortarlo.